Por qué me gusta Batman

Nunca sentí simpatía por las estrellitas. Siempre me fui con los segundones. Más de alguna vez me hubiera gustado ver que al ñoñazo de Mickey Mouse no le salieran las cosas como lo planeaba, a la rana René ser ignorado y a los caballeros Dragón, Cisne y hasta Shun de Andrómeda hacerle pamba a Pegaso por ser tan pusilánime. Pero, claro… la serie se llamaba “Saint Seya” y no podía pasarle nada a la figurita.

Pues algo parecido me pasó con el mundo de los cómics. Jamás me agradó Superman. Su extremo apego a las reglas y su nauseabundo patriotismo siempre me chocó. Quizá lo único bueno del cómic “La Muerte de Superman” fue ver a Batman colgando a un terrorista con un letrero humillante, conteniéndose de ponerle una madriza de antología sólo porque, estando en Metrópolis, lo castigaría como lo haría el Hombre de Acero.

Peeeero en Ciudad Gótica era otra cosa. Esa versión ficticia de Nueva York, tan corrompida hasta las entrañas, ha cambiado poco desde la publicación de Detectiva Comics #27, en mayo de 1939 (primera aparición del Hombre Murciélago) hasta la caótica actualidad muy bien reflejada en “Dark Knight Rises” del 2012. Allí, Batman no se contenía. Rompía huesos, tumbaba dientes, usaba escudos humanos (por alguna razón, matar era malo; pero dejar que otro recibiera las balas destinadas a él estaba bien). Y a muchos nos emocionaba esta violencia dirigida a los malos. Todos alguna vez hemos querido resolver las injusticias y equilibrar un poco la balanza motu proprio.

Y todos alguna vez pudimos ser Batman. Lo único que necesitábamos eran recursos monetarios ilimitados, entrenamiento intenso durante doce años con los más grandes maestros de artes marciales del lejano Oriente, casarrecompensas franceses, mercenarias asiáticas y una constitución física cercana a la perfección. De  acuerdo, todo esto en conjunto es prácticamente imposible. Pero aún así, resulta más sencillo que haber nacido en Kryptón, ser mordido por una araña radiactiva o desarrollar capacidades sobrehumanas tras haber perdido la vista.

Lo mejor de todo: Batman no es perfecto. Batman es un psicópata. Está tan loco los supervillanos que combate, sólo que no lo reconoce. Y en su intento de ser funcional, de llevar a cabo una cruzada que cree dictada como una maldición, crea una careta, una identidad secreta que se pasea con mujeres hermosas, despilfarra y se convierte en la comidilla de las revistas del corazón.

Batman nació en el “callejón del crimen”, en la calle McKinley de Ciudad Gótica cuando Thomas y Martha Wayne yacían desangrándose tras ser baleados por Joe Chill.

Bruce Wayne se convirtió en una máscara, en un disfraz. Batman es la verdadera identidad. Eso lo hace único entre los superhéroes. Y por eso, me cae bien.

 

Publicado por

Dr.Acula

Médico especialista. A favor de: justicia y juego limpio. En contra de: gandallismo, corrupción, violencia, injusticia social. Placeres: lectura, séptimo arte, comida, bebida.

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