Hay personas que dicen nunca soñar. La realidad es que todos lo hacemos, lo difícil es recordarlos. El subconsciente revela a veces aspectos de nuestra mente que desconocíamos, manifestados como una serie de situaciones absurdas e inverosímiles (posibles sólo en el plano onírico) pero dignas de ser representadas en el séptimo arte o por lo menos en un corto en Youtube. Quizá por eso me gustó tanto la película Inception.
El tema de los sueños lúcidos siempre me ha llamado la atención. Lamentablemente, cuando he tenido la oportunidad de experimentarlo y disponerme a disfrutarlo, la realidad me arranca de esa felicidad como diciéndome: “‘orita no; ‘perate”.
Fuera de este aspecto, he tenido la fortuna de recordar una inmensa cantidad de sueños locos que jamás hubiese imaginado estando consciente. Incluso me di a la tarea de recopilarlos en una “Antología de Sueños Tontos” en mi época de secundaria, que generó unos minutos de entretenimiento a los abnegados compañeros que aceptaron leerlos y mucho sufrimiento a la impresora de matriz de puntos con la que contábamos en casa por esas fechas. Desde acompañar a un exgeneral comunista a recorrer las ruinas de una destruida ciudad soviética hasta hacerme amigo de Daniel Craig (era muy enfadoso el cab…), desde haber sido confundido por la princesa Diana con uno de sus hijos hasta combatir un fantasma ruso que tenía que ser eliminado tres veces, desde sentir el impacto de una onda expansiva durante una explosión en la escuela hasta visitar Roma en un aparente cónclave por que quién-sabe-cómo era yo el cardenal de Guadalajara, esos remedos de viajes astrales me han dejado un buen sabor de boca al convencerme de que, muy en el fondo, soy algo creativo. Quizá si siempre pudiéramos interpretar de manera positiva nuestros sueños, el mundo tendría más Giordano Brunos o “Doc” Browns para el bienestar de la humanidad.
Aprovecho para dejar la siguiente amenaza: cuando despierte de un sueño que me parezca lo suficientemente entretenido para plasmarlo por escrito, a algún incauto lector que navegue por aquí le tocará toparse con él. Sobre advertencia no hay engaño.
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