Corría el mes de octubre de 2014, el último viernes del horario de verano . Después de mucho tiempo de estacionar mi automóvil en la misma calle para ir a trabajar, simplemente ya no estaba cuando salí. Comprendí que lo habían robado.
Tras la denuncia obligada y pasado un mes de plazo en el que no se recuperó, recibí una justa remuneración por la aseguradora (recomiendo conservar siempre copia de los servicios para comprobar el estado del vehículo, si éste tiene un desgaste menor al esperado) y me di a la agradable tarea de buscar un reemplazo.
La decisión de adquirir un Honda City no fue nada difícil. Gracias a una promoción lo obtuve a un precio un tanto menor al de lista, así que después de hacer el pago inicial y firmar unos cuantos papeles, salí muy contento con mi auto.
Eso sí: solicité que la aseguradora que resguardara mi auto fuese una distinta a la que sugiere la institución de crédito, siendo Zurich la afortunada; esta decisión fue motivada por buenas referencias de buenos amigos y, aunque costosa, me pareció que valió la pena.
Pero… dos meses después de disfrutar de mi nuevo auto, llegué a tomar un bocadillo y una bebida en un sitio ubicado por Av. Libertad en la hermosa Guadalajara. Como encontrar lugar para estacionarse es un calvario en esa zona, decidí dejar el vehículo a una cuadra y media del local, sobre la calle Venezuela. Grave error.
Encontré mi carro sin espejos laterales. Después de llorar y patalear por haber sufrido un segundo robo en el transcurso de cinco meses, llamé la mañana siguiente a la aseguradora para reportar el siniestro y, tímidamente, preguntar si mi póliza lo cubría. Ofrecieron enviar un ajustador que me asesoraría en ese aspecto, acepté y me dispuse a esperarlo.
Cual caballero andante, llegó en su motocicleta el individuo en cuestión. Muy rápido, para mi sorpresa. Una vez corroborado el siniestro, tuvo que llamar a otra persona para que me definiera si podría cubrir el costo de los espejos con la póliza con la que contaba. La respuesta fue negativa, pero el amable sujeto me sugirió solicitar la ampliación de cobertura en la agencia donde compre mi vehículo, señalándome que por un módico deducible de menos de 500 pesos podría recuperar mis espejos.
Al acudir días después a preguntar sobre esta ampliación, la protocolaria encargada de atención sobre aseguradoras en la agencia me indicó que es imposible ampliar la cobertura a robo de autopartes; en sus palabras “ninguna aseguradora lo incluye”. Por supuesto, yo contraataqué diciendo que el personal de la compañía en cuestión me sugirió hacerlo. De no muy buena gana ofreció investigar e informarme después.
Cuando recibí su llamada unos días después, me confirmó que incrementado en alrededor de 300 pesos el costo del seguro podría gozar de esta extensión en la cobertura. Ya para entonces había reemplazado los espejos, con protectores y birlos de seguridad para las llantas, porque ni mi todapoderosa Zurich cubría robo de llantas.
En conclusión, aprendí tres cosas:
1. Al comprar un auto nuevo, no quedarse con la aseguradora que ofrece la agencia. Valorar opciones y escoger la que más le convenga al usuario.
2. Siempre, SIEMPRE, solicitar la extensión de cobertura a robo de autopartes. Esa es una buena manera de evitar fomentar este delito al reemplazarlas por piezas originales sin un costo oneroso.
3. No importa cómo se vea el silicón entre el espejo y la protección, siempre y cuando tenga uno un poco más de tranquilidad.
=) Malditos ratas!!! Alfi, soy tu fan!!
Hey, gracias May!!