El Regreso del Caballero Nocturno

En 1985, Frank Miller (el creador de Robocop y Sin City) comenzó a concebir una historia sobre Batman ambientada en el futuro. Un futuro donde Bruce Wayne cumple diez años sin ponerse la capa y la capucha, pasa la mayor parte de su tiempo alcoholizado y participa en peligrosas carreras de autos para mantener la emoción en su vida. Está canoso, se dejó el bigote, Alfred sigue a su servicio preocupado porque la siguiente generación de la familia Wayne (si es que la hay) afronte una cava vacía y el comisionado Gordon está por retirarse a punto de cumplir 70 años. Mientras tanto, Ciudad Gótica está peor que nunca: una pandilla de adolescentes domina las calles, los medios masivos de comunicación están en el pináculo del amarillismo y la ley de la selva impera sobre los habitantes, quienes están gobernados por un alcalde inepto e intransigente en la era reaganiana en plena Guerra Fría.

La historia habría de publicarse un año después, titulada “El Regreso del Caballero Nocturno”. Diez años después, se lanzó una edición especial de aniversario, que fue reproducida en 1997 por la extinta Editorial Vid en México en dos tomos, de donde he basado la información que aquí comparto.

A grandes rasgos, la trama gira en torno al hartazgo en que se encuentra Bruce Wayne viendo cómo su querida ciudad se está yendo al infierno. En medio de una ola de calor, el ente que habita dentro de él, el Hombre Murciélago, lo fuerza a revivirlo. Entonces Batman sale de su retiro, vuelve a partir caras junto con la primera tormenta de la temporada, dispuesto a salvar una vez más a Ciudad Gótica de sí misma. Pero no es lo mismo “Los Tres Mosqueteros” que “Veinte Años Después”, de tal manera que un cincuentón-sesentón, a pesar de seguir en forma, se lleva las más grandes golpizas de su vida por el líder de los pandilleros. Por si fuera poco, al ser declarado fuera de la ley, debe protegerse de la policía, un sosegado Joker que estuvo guardadito tranquilamente en una institución psiquiátrica, al darse cuenta del regreso de su eterno rival, decide escapar para contribuir al caos y, para acabarla de amolar, a Ronald Reagan no le gusta el bullicio y envía a su arma más poderosa para  calmar las aguas: un extraterrestre con una S en el pecho.

Seguramente reconoceremos en la película Batman v. Superman, a estrenarse el próximo año, algunas de estas primicias. Pero lo que me más me ha llamado la atención son los paralelismos a la vida real en nuestro México (una Ciudad Gótica región 4 en muchos aspectos, principalmente en la cuestión criminal) a partir de 2009. Para muestra, unos botones:

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El amarillismo en los medios…

 

 

 

 

La violencia sin sentido...
La violencia sin sentido…
Voces a favor, voces en contra.
Palabras de apoyo, voces en contra…
Venta de armas exclusivas del ejército al crimen organizado...
Venta de armas exclusivas del ejército al crimen organizado…
Narcomensajes en video...
Narcomensajes en video…

Por si fuera poco, en 2012 y 2013 se lanzó una adaptación animada, con la voz de Peter Weller (Robocop) como Batman. Una verdadera obra, 100% de calificación en Rottentomatoes.com y disponible en DVD.

En resumen, una genial historia en un universo alterno de Batman, con un argumento inteligente, adaptable a la actualidad y con una épica batalla entre el Caballero Nocturno y el Hombre de Acero.

No omito recordar que las ilustraciones del cómic son de las ediciones de 1997 de Editorial Vid. ¡No se pierdan el siguiente batipost en el mismo batiblog!

Por qué me gusta Batman

Nunca sentí simpatía por las estrellitas. Siempre me fui con los segundones. Más de alguna vez me hubiera gustado ver que al ñoñazo de Mickey Mouse no le salieran las cosas como lo planeaba, a la rana René ser ignorado y a los caballeros Dragón, Cisne y hasta Shun de Andrómeda hacerle pamba a Pegaso por ser tan pusilánime. Pero, claro… la serie se llamaba “Saint Seya” y no podía pasarle nada a la figurita.

Pues algo parecido me pasó con el mundo de los cómics. Jamás me agradó Superman. Su extremo apego a las reglas y su nauseabundo patriotismo siempre me chocó. Quizá lo único bueno del cómic “La Muerte de Superman” fue ver a Batman colgando a un terrorista con un letrero humillante, conteniéndose de ponerle una madriza de antología sólo porque, estando en Metrópolis, lo castigaría como lo haría el Hombre de Acero.

Peeeero en Ciudad Gótica era otra cosa. Esa versión ficticia de Nueva York, tan corrompida hasta las entrañas, ha cambiado poco desde la publicación de Detectiva Comics #27, en mayo de 1939 (primera aparición del Hombre Murciélago) hasta la caótica actualidad muy bien reflejada en “Dark Knight Rises” del 2012. Allí, Batman no se contenía. Rompía huesos, tumbaba dientes, usaba escudos humanos (por alguna razón, matar era malo; pero dejar que otro recibiera las balas destinadas a él estaba bien). Y a muchos nos emocionaba esta violencia dirigida a los malos. Todos alguna vez hemos querido resolver las injusticias y equilibrar un poco la balanza motu proprio.

Y todos alguna vez pudimos ser Batman. Lo único que necesitábamos eran recursos monetarios ilimitados, entrenamiento intenso durante doce años con los más grandes maestros de artes marciales del lejano Oriente, casarrecompensas franceses, mercenarias asiáticas y una constitución física cercana a la perfección. De  acuerdo, todo esto en conjunto es prácticamente imposible. Pero aún así, resulta más sencillo que haber nacido en Kryptón, ser mordido por una araña radiactiva o desarrollar capacidades sobrehumanas tras haber perdido la vista.

Lo mejor de todo: Batman no es perfecto. Batman es un psicópata. Está tan loco los supervillanos que combate, sólo que no lo reconoce. Y en su intento de ser funcional, de llevar a cabo una cruzada que cree dictada como una maldición, crea una careta, una identidad secreta que se pasea con mujeres hermosas, despilfarra y se convierte en la comidilla de las revistas del corazón.

Batman nació en el “callejón del crimen”, en la calle McKinley de Ciudad Gótica cuando Thomas y Martha Wayne yacían desangrándose tras ser baleados por Joe Chill.

Bruce Wayne se convirtió en una máscara, en un disfraz. Batman es la verdadera identidad. Eso lo hace único entre los superhéroes. Y por eso, me cae bien.