Cuando comenzó el rumor de que el actual gobierno federal propondría incrementar la edad mínima de retiro al parecer a propuesta de Carlos Slim, una académica con doctorado en ciencias sociales a quien admiro muchísimo me dijo: “sé que mi opinión no va a ser muy popular, pero yo estoy de acuerdo en eso; algunos se jubilan muy jóvenes…” y aún son muy productivos. No pude evitar estar de acuerdo con ella en ese aspecto, pero mi revire fue: “sí, pero si hablas de un obrero, de un burócrata del último eslabón de la cadena alimenticia, un repartidor de garrafones, un despachador de gasolina… lo último que quiere es trabajar un día más de lo que le toca”. Logré que coincidiera.
Y es que si se disfrutara del trabajo (como ella lo hace), claramente la gente continuaría haciéndolo hasta que ya no pudiera hacerlo. O si de eso dependiera su sustento (campesinos, labriegos). O si dejar de hacerlo significara abandonar influencias, acceso a información privilegiada, negocios al margen del poder (ciertos directores de la CFE, líderes charros, empresarios septuagenarios y octogenarios, etcétera). Pero para los más comunes de los mortales, los “godínez”, los empleados, el peladaje, la opción que se nos vendió y compramos redondito fue trabajar para uno o varios patrones durante muchos años y después retirarnos para poder “disfrutar del fruto de nuestro trabajo” (cuántas veces he escuchado esa redundante frase); sin embargo, jamás nos dijeron que podría haber problemas para sostener los sistemas de pensiones.
Se me ocurrió escribir esta entrada en un vuelo de regreso de la CDMX; tras haber visto el documental “los multimillonarios” de la serie “En pocas palabras” de Netflix (altamente recomendable) y un artículo en la revista Magis del ITESO (Pensiones: la crisis que se avecina, año LV, número 473, enero-febrero 2020, pp. 38-47, disponible en https://magis.iteso.mx/content/reformar-las-pensiones-antes-de-que-estalle-la-crisis), me animé a plasmar por escrito esa inquietud que he tenido sobre la bomba que se aproxima y las potenciales soluciones.
Antes de continuar, advierto que no sé nada sobre economía por lo que ofrezco una disculpa si escribí disparates; traté de ser lo más objetivo posible basándome principalmente en las dos referencias arriba señaladas.
En el artículo de la revista se menciona que el problema actual de la crisis de pensiones comenzó en el sexenio de Luis Echeverría, con la política de control poblacional (“la familia pequeña vive mejor”). Personalmente, no creo que esto fuera malo; por el contrario, quizás se quedaron cortos en su alcance. El hecho es que al haber menos población económicamente activa, existen menos aportaciones para mantener a los desocupados (jubilados y pensionados) que, dicho sea de paso, viven cada vez más años, con cada vez más padecimientos crónico-degenerativos y con mayores necesidades que satisfacer.
Entre paréntesis, y hablando de algo de lo que sí sé, conforme se va sabiendo más de las enfermedades se hace más complejo ofrecerle el mejor tratamiento a cada paciente; en el caso en particular de la diabetes mellitus, lograr las metas de control glucémico, lipídico, de presión arterial, de protección renal y cardiovascular, muchas veces requiere el uso de por lo menos tres fármacos (algunos de ellos protegidos aun por la patente, por lo tanto sin genéricos disponibles) más un estilo de vida saludable. Todo eso cuesta dinero, que debe ser pagado por el paciente, la seguridad social , el seguro privado de gastos médicos, en fin: sea quien sea, alguien paga por ello; y claro: para no ser tachado de incompetente o exponerse a una sanción, hay que hacer lo que dictan las guías nacionales e internacionales para brindar la mejor atención de acuerdo a una práctica médica de calidad.
Volviendo al tema, pensar en que la manutención de los retirados deberá depender ineludiblemente de los trabajadores en activo es caer en el mismo error que los padres atenidos a que sus hijos los mantendrán cuando sean viejos. ¿Se puede resolver el problema con estas tasas de desempleo (2.1 millones de personas en el segundo trimestre de 2019, según INEGI) y con los salarios promedios ($ 7,128 mensuales según la OCDE)? Para empezar, ¿para qué demonios existe la OCDE y por qué es tan importante cumplir con sus metas?
Al igual que los padres de familia con un hijo vagales que no quiere trabajar, se distancia de sus progenitores, o, en escenarios más trágicos, deja de existir, un país que retroceda en su economía se verá en aprietos cuando su plan de retiro se vea frustrado. Desgraciadamente, ese escenario parece ser muy factible. Después de todo, ¿quién puede sentirse confiado en el futuro laboral de una nación con políticas patronales manchadas, outsourcing no regulado, trabajadores con la filosofía de “ellos hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo”?
Más aún: ¿es la solución “hacer aportaciones voluntarias a la AFORE” para personas que trabajan por el salario mínimo, que gastan la mayor parte de su sueldo en necesidades básicas, con patrones que les descuentan el día por ir a consulta médica, que reportan al IMSS salarios menores que los que perciben y que desafilian para ahorrarse las cuotas?
Según el artículo del ITESO, fueron treinta países los que optaron por este modelo de administración privada del ahorro para el retiro iniciado en Chile (y ya sabemos cómo está ardiendo ese país actualmente); sin embargo, después de lo que parece ser un inminente fracaso, 18 de ellos renacionalizaron sus sistemas de jubilaciones. México, con sus AFOREs, no es uno de ellos. Alerta de spoiler: las treinta naciones mencionadas eran, en su mayoría, latinoamericanas, seguidas de algunas de Europa oriental, África y Rusia.
Mi interés por este tema comenzó cuando me di cuenta de una minusvalía que ocurrió por ahí de junio de 2012 o 2013 y que afectó a “todas las operadoras de AFOREs”. Mal de muchos, remedio de… queriendo lavarse las manos, explicaron que los instrumentos en los que invierten tuvieron pérdidas, pero que “eso no era importante, pues está garantizada a largo plazo la ganancia”. Ahí fue cuando pensé: “se supone que mi dinero (MI DINERO, eso es muy importante) lo están manejando personas que saben invertir ¿y lo están perdiendo? Mejor dénmelo y yo me hago cargo de él, para que, si alguien va a tener la culpa de que termine en la ruina, por lo menos sea yo mismo”. En un negocio que cobra comisión de 0.79 a 0.98 por ciento SOBRE EL SALDO ACUMULADO (no sobre los intereses) que, considerando que la reducción de la misma en comparación al año pasado fue de 6.1 puntos base y tradujo un ahorro de 2,800 millones de pesos, dándonos una idea de la cantidad enorme de dinero que manejan estos plutócratas, obviamente permitir que cada trabajador se haga cargo de administrar su riqueza sería dejar una gallina de huevos de oro.
Entonces… retirarnos sólo con la AFORE no será suficiente. Confiar en la misma para realizar aportaciones voluntarias, tampoco es opción segura. Por lo tanto, ¿qué otras soluciones puede haber?
En el documental de Netflix mencionado al principio, me quedaron claros dos conceptos que parecen ser universales: 1. La mayoría de los grandes capitales iniciaron con arduo trabajo de sus iniciadores; y 2. Mientras más tiempo pase, la riqueza provendrá cada vez más del capital reinvertido y cada vez menos del trabajo (minuto 8:10 del episodio). Tomando en cuenta esto, surge la pregunta: ¿podrían aplicarse estas leyes al común de los mortales?
Entre las personas a las que tuve el honor de conocer en 2019, existe una administradora especializada en emprendimiento social. Esta técnica de negocios, según Wikipedia, se dirige a financiar el desarrollo de soluciones a los problemas sociales, culturales y ambientales. Tomando como ejemplo a mi nueva amiga, su empresa compra frutos a precios justos a campesinos y los somete a proceso para deshidratarlos y venderlos. En ese sentido, se cumple con el objetivo de ofrecer un mejor negocio a los productores y no dejan tampoco de ganar dinero los emprendedores. Si en lugar de ser un grupo pequeño de socios capitalistas, ¿qué tal si fuera una cooperativa (“asociación autónoma de personas que se han unido voluntariamente para hacer frente a sus necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales comunes por medio de una empresa de propiedad conjunta y democráticamente controlada”, Alianza Cooperativa Internacional, 1995)? En ese último caso, tendría un sentido más justo aún.
El motivo de escribir esta entrada era el de proponer desde un muy individual, particular, lego y profano punto de vista, una serie de acciones buscando contribuir a la prevención y/o aminorar los efectos que tendrá la inminente crisis de las pensiones que comenzará esta década. En forma resumida, la presento a continuación:
Concientizar. Despertar el interés de la población clasemediera hacia este problema. Claro está que no todos le darán la misma importancia, pero con tener un par de oídos donde merme este llamado de atención ya será un avance.
Invitar. Quienes poseen capital monetario, conciencia social y algo de idea de cómo hacer negocios, pudieran verse atraídos por la posibilidad de generar oportunidades a pequeños socios para incrementar su patrimonio a cambio de una ganancia para ellos. Generar buen karma, pues.
Reclutar. Empleados, pequeños emprendedores, burócratas, obreros, amas de casa, jubilados, estudiantes, en general personas que tengan la posibilidad de destinar una parte de sus ingresos para invertirlo en modelos de negocios cooperativistas con el objetivo de generar ganancias a futuro e incrementar su ahorro para el retiro.
Regular. Obviamente se trataría de contar con oportunidades con posibilidades reales de generar ganancias. Para esto, cada propuesta de negocios debería ser revisada por mercadólogos, administradores, economistas o cualquier otra persona con conocimientos pertinentes para .garantizar cierto grado de seguridad para no arriesgarse a una pérdida absoluta. Porque para jugársela, mejor le seguimos abonando a la AFORE o nos metemos a una pirámide.
Espero que este post despierte interés en gente que sepa del tema y que brinden su opinión para saber si no estoy tan desorientado o si de plano resultó una monumental pérdida de tiempo. Me gustaría finalizar con una frase en la conclusión del artículo de Magis que ha servido como referencia para estas líneas y que expresa y sintetiza el pensamiento que me ha motivado a aportar un pequeñísimo grano de arena a este complejo problema que se avecina; en palabras de David Foust: “Pero sí creo que a nivel ciudadano necesitamos platicarlo más, necesitamos conocer esta problemática, porque nos afecta a todos, porque el hecho de que, digamos, 56 por ciento de la población no está cubierto, quiere decir que a lo mejor tú sí estás cubierto, pero tu cuñado no, y vas a tener que hacerle el paro a tu cuñado, o tu cuñado va a tener que hacerte el paro a ti, o tu papá o tu mamá, si ellos no cotizaron o cotizaron poquito… Es decir, es medio falso pensar que ese 56 por ciento está separado del otro 44 por ciento. La crisis nos va a afectar a todos, tarde o temprano”.